Microrrelato: El pequeño conejo de la nieve

Érase una vez, una familia de 26 conejos blancos como la nieve, resguardados en su madriguera durante el frío y peligroso invierno.

El padre, de gran tamaño, dormitaba con sus crías, mientras que la sobreprotectora madre vigilaba al único conejo despierto, el más revoltoso.

-Quiero comer, quiero comer, quiero comerme todas y cada una de las zanahorias que tenemos guardadas. -decía el pequeñín.

-No puedes, no puedes, son para toda la semana, para tus hermanos. -respondía la madre.

-¡No me importa, quiero toda la comida! -replicó el pequeño, sin embargo, la madre le repitió con una negación y, molesto, se fue a dormir.

Al día siguiente, el revoltoso exigió: -quiero todo el espacio del sitio donde dormimos, quiero todo ese espacio, lo quiero.

-Acto seguido la madre apareció y dijo: -no puedes tener todo el espacio ¿Dónde dormirán tus 23 hermanos?

-No me importa, que se las arreglen, yo quiero el espacio. -acto seguido, la madre repitió su negación y el conejito enfurruñado se fue a dormir con su padre, apretado con sus hermanitos.

Muchas exigencias después y muchas negaciones, el pequeño gritó: ¡Quiero salir! No quiero quedarme con esta mala familia. -entonces, desesperada y agotada, la madre lo dejó ir.

Pasó un día, luego otro, y luego el último. Cuando regresó, apareció sucio, con tonos marrones y negros por todo su pelaje, se paseaba por su casa y por su hedor, sus hermanos se alejaban de él, no querían ni hablar con él.

El conejo, muy triste se sentó a hablar con su madre: -"ya te entendí, el mundo es cruel, no hay comida, no hay un sitio cómodo para vivir. ¡Lo siento!". -el conejo aprendió de su error, y no volvió a desafiar las normas impuestas por su madre, porque eran para protegerlo.

"Las normas están por algo, la mayoría de veces por nuestra seguridad. Si realmente queremos desafiarlas, antes hay que pensar ¿Hace daño a los demás? Y ¿Me hace daño a mí?".

Ahora, sin más de qué hablar,

el relato he de terminar.